En la búsqueda constante de descifrar el misterio de los espacios, emerge la obra de Victoria Cuevas, gran artista mexicana cuya sensibilidad se afina en los intersticios, en esos vacíos elocuentes y en la presencia que los habita y los define. Su práctica artística se revela como una indagación incansable sobre la naturaleza de los lugares, tanto en su manifestación física como en su resonancia emocional e intangible. Es lo efímero y evocativo, carácter tan perteneciente al acto creativo, lo que alcanza un tono particular y totalmente intrínseco en su desarrollo y reflexión artística. Para ello, busca evocar en los lugares, distintas arquitecturas, el sonido y el silencio, memorias y recuerdos para que no pierdan su vitalidad y dirijan la atención al peculiar recuerdo de sentirse en casa.

Interpelada por los silencios, por las huellas fugaces que acaso testimoniaron encuentros, su trabajo se detiene en esos umbrales donde la memoria cambia de estado.

¿Qué vestigios invisibles construyen memoria? ¿Es posible darle cuerpo al espacio de la voz?

La voz, en su obra, se materializa como un cuerpo que construye memoria. En el acto de dejarse mirar, en esa vulnerabilidad expuesta, la voz se convierte en guardiana de secretos, en un archivo íntimo que resuena en un espacio. Su obra nos invita a escuchar atentamente esos murmullos, a percibir las vibraciones sutiles que emanan de la interacción entre el cuerpo, la voz y la materia que los representa.

Acompañar curatorialmente su trabajo es un acto de profunda escucha, un intento por sintonizar con la delicadeza de sus interrogantes y la sutileza de las respuestas visuales que aluden a sus recuerdos sonoros. Es un privilegio ser testigo de cómo ella transforma la búsqueda en una experiencia estética conmovedora, invitándonos a reflexionar sobre nuestra propia relación con los espacios que habitamos y las historias que en ellos se inscriben.

Nina Haynal